sábado, 4 de diciembre de 2010

2. Una vida llena de actividades


A pesar de mi enfermedad fui al colegio normalmente y cuando acabé mis estudios de EGB, decidí estudiar música. Estuve 10 años en una escuela de música. Allí aprendí y disfruté un montón. Cada año hacíamos un concierto para los familiares y amigos. Cuando me tocaba salir a tocar el piano, a muchos les sorprendía lo bien que tocaba. Durante varios años, tuve un profesor llamado Óscar (tiene unos años más que yo). Con él, muchas tardes me lo pasaba genial. A veces contaba chistes, gastaba bromas... Recuerdo que cuando el profesor se equivocaba, yo no lo entendía y se lo dije, mejor dicho, se lo corregí. En otra ocasión, cuando nos tocaba leer solfeo el profesor dijo:
        -¿Quién empieza?
        Nadie contestó. Al rato dije:
        -Yo.
        -Así me gusta. –dijo el profe.
        -Alguien tenía que empezar, ¿no? - contesté.
        También recuerdo que a veces nos reíamos cuando cantábamos una pieza un poco rara.
        Me he llevado muy bien con mis compañeros y profesores. En los últimos años, en mi clase éramos cuatro gatos, los que fueron dejando tenían que trabajar o iban a la uni- versidad.


        Desde pequeña preguntaba a las personas que conocía si sabían hacer pajaritas de papel, y nadie sabía, hasta que un día, mis padres, mi hermano y yo fuimos a un centro comercial. Mientras mis padres compraban mi hermano y yo fuimos a mirar libros. Ahí encontré uno de papiroflexia. Así aprendí a hacer pajaritas de papel y las hacía cada vez más pequeñas, hasta llegar a cinco milímetros por cinco milímetros. Después conseguí llegar a tres milímetros sin utilizar ninguna herramienta para doblarla, sólo con mis propios dedos.
        Con esto entré en el Libro de los récords catalanes en 1994.
        Empecé a regalar pajaritas y gracias a ellas conocí a mucha gente y artistas famo-
sos.


        Como siempre fui muy activa, también hacía dibujos, me gustaba dibujar Snoopy, Mickey Mouse…
        Hasta que un día, la asociación de enfermedades musculares me pidió un dibujo para la felicitación de Navidad. Cada año, por Navidad, nos reuníamos todos los de la asociación y los afectados recibíamos regalos. En diciembre de 1992, a mí me regalaron una caja de pinturas al pastel.

        Cada año visitaba a mis antiguos profesores en el colegio donde estudié. Ese mis- mo año, en diciembre de 1992, fui a verles y a entregar las felicitaciones de Navidad que hice para la asociación. Ese mismo día, estaba el que fue mi profesor de dibujo, Fé- lix, y me preguntó que hacía, le conté que iba a clases de música y que había hecho un dibujo para la felicitación; le di una y le gustó. Me comentó porqué no iba a aprender a pintar para entretenerme. Le comenté que no encontraba un centro que tuviera ascensor o estuviera en una planta baja. Él me contestó que conocía a una profesora y que además era amiga suya, me dio la dirección y fui con mi madre directamente al lugar.
        Cuando llegué, él ya la había llamado. Conocí a la profesora Pepi. Hablamos y nos pusimos de acuerdo con el horario.
        A mediados de febrero de 1993, con 19 años, empecé a asistir a las clases de dibu- jo y pintura. Empecé a pintar con témpera, ceras… hasta que probé con pasteles. Ahí descubrí que la técnica del pastel era lo mío. Y pasado un tiempo, los lápices de colores.

        En junio de 1994 hice mi primera exposición. Fue un éxito.
        Volví a hacer otra en septiembre de 1996.
        También hice exposiciones colectivas con todos los alumnos de la clase.
        Y en mayo de 2001 hice una en Barcelona, en el Palau de Mar. Inaugurada por la consellera de Benestar Social, Irene Rigau. Estuvo muy bien, a la gente le gustó  y mucha gente se quedó con las ganas de comprar un cuadro. No estaban en venta (no quise venderlos). Cada cuadro era para mí una experiencia única y me costaba desprenderme de ellos. Son muchas horas de trabajo y cuando empiezo uno, nunca sé el resultado. Lo voy pintando sobre la marcha.
        Los que entienden de pintura me dicen: “eso no se aprende, lo llevas dentro”.
        Recuerdo que hubo un par de cuadros que llamaron la atención, sobre todo uno que era una puesta de sol con un alpinista. Mucha gente quería este cuadro. Yo les decía: “lo siento, no está a la venta”.
        Expuse 70 cuadros, y había de todo: paisajes, flores, animales, retratos…


        Aparte de pintar, en verano de 2001 me dediqué a hacer pulseras y collares con bolitas de colores. Me encanta hacerlos.
        Tengo una colección de collares y pulseras, me las ponía a juego con la ropa, y también  regalé unos cuantos a mis amistades.

1 comentario:

  1. Ana,
    Le haré llegar a Félix este post. Se alegrará seguro de que te hayas acordado de él.
    Un petó,

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