Tres meses después de que me pusieran
la ventilación mecánica a domicilio, a principio de junio, me volvieron a
ingresarme para hacerme un control. Solo estuve un par de días. Acababa de cumplir
veinticinco años. Mientras estuve ahí, mi madre se comportaba de una manera extraña.
Veía que apuntaba algo en un bloc de notas. Después vino Montse, la
fisioterapeuta, a verme y se pusieron a hablar fuera de la habitación.
Aquello me extrañó aún más. Ya en casa, el teléfono sonaba más de lo normal.
Además, venía mi madrina el fin de semana (vive en Madrid). Tuve mis sospechas,
y no me equivoqué. Pero no dije nada para no estropear la sorpresa que me estaban
preparando (una fiesta de cumpleaños). Mi madre me dijo que iríamos a cenar el
viernes en un restaurante, mis padres, mi hermano con su novia, mi madrina y
yo, a celebrar mis veinticinco años.
Cuando llegó el día, mi madre me
preguntó:
-¿No sospechas nada?
-La verdad, es que aquí hay gato
encerrado. –contesté.
-Sorpresa, sorpresa. Las sorpresas no
se dicen.
Además, mi padre y mi hermano se
fueron antes que nosotras (para recibir a los invitados).
A las 9:00h de la noche llegué al
restaurante, el dueño me felicitó y me dijo que ya tenía la mesa preparada para cinco
personas.
Abrió las puertas y me encontré con
más de sesenta personas de pie, recibiéndome con aplausos, estaba tranquila
pero al ver a las dos lloronas de siempre (las dos Montses, la fisioterapeuta
y la profesora del colegio) me contagiaron y me emocioné.
Recorrí las mesas saludando a todos.
Los profesores del colegio, la profesora de música Nuria con su hija Neus,
mis amigos…
A las que menos esperaba encontrar
eran a la profesora de pintura Pepi y a una compañera, Gloria. El día de mi
cumpleaños lo había celebrado con mis compañeros de pintura en la clase.
Los que faltaron fue porque tenían
compromisos, como por ejemplo, un grupo de cantantes llamado Voces de Romero,
tenían una actuación y no podían suspenderla. Pero el día anterior vinieron a
mi casa dos de ellos, Vicente y Dori, que además son marido y mujer; en nombre de todos me
regalaron un colgante de la Virgen del Rocío vestida de pastorcita.
Vicente, además de cantar con el
grupo, es locutor de radio. Siempre me dedica una canción. Entre nosotros hay
una gran amistad.
Durante la fiesta apenas pude cenar.
Era la primera vez que celebraba un cumpleaños con tanta gente.
Además aquello parecía una boda, sólo
faltaba el novio. Recibí un montón de regalos: peluches, joyas, lápices de
colores, ramos de flores…
Recuerdo que casi no cabíamos en el
coche (mis padres, mi madrina y yo) con todo los regalos dentro.
Esa noche, no pude dormir de lo feliz
que estaba. Tenía ganas de hablar con mi madre, la pobre estaba muerta de
sueño y agotada. Ella se encargó de que todo estuviera organizado. Toda la
gente estuvo contenta con la comida y con la bebida, especialmente con el
cóctel de cava. Felicitaron a mi madre.
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sábado, 12 de febrero de 2011
8. La fiesta sorpresa
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