Así fue y así es mi vida.
Cada mañana me despierto con ganas de
hacer cosas, aunque algunas veces no estoy tan animada. Siempre fui muy
activa a pesar de mi enfermedad.
Cuando no podía hacer una cosa
buscaba otra, y de alguna forma lo conseguía.
Gracias a la ayuda de mis padres y mi
hermano, sobre todo de mi madre, con paciencia y mucho amor hemos logrado
seguir adelante.
Desde aquí quiero dar las gracias a
mi madre por ayudarme a recordar ciertos detalles para este libro y por estar
conmigo las veinticuatro horas del día, tanto en casa como en el hospital.
En el fondo no me puedo quejar, tuve
una infancia más o menos feliz. Los veranos iba con mi familia a un pueblo de
Galicia, a la casa de campo dónde viven mis abuelos maternos.
Disfruté cuidando animales con mis
abuelos: vacas, ovejas, conejos…
Jugaba con el gato. Cuando mi abuela
veía un ratoncito - de verdad- llamaba al gato y éste, después de atraparlo
se ponía a jugar con el ratón, me recordaba a los dibujos animados Tom y Jerry, me divertía muchísimo
viéndoles.
Mi hermano y yo criábamos pollitos,
jugábamos con las gallinas, las hipnotizábamos. Un día mientras hipnotizaba a
una gallina mi padre la asustó y me la fastidió, me enfadé muchísimo con él.
Tuve que volver a empezar, pero primero tenía que atrapar a la gallina, que
no era fácil.
También tuvimos un perro, que según
decían no era de raza, pero era muy bueno y no hacía daño a nadie, y eso que algunas
noches se escapaba pero siempre regresaba solo. A mí me ponía sus patas
encima de mis piernas para que le acariciara la cabeza. Los demás tenían que
coger un palo para que estuviera quieto, tenía mucha fuerza y jugando los
podían tirar. Además, le gustaba jugar con el gato y éste se escondía debajo
del coche. Hubo una época en que mi abuela trajo una gatita. Ella me contó
que el perro empezó a jugar con la gatita y terminaron durmiendo juntos.
Un día se soltó y se fue donde
estaban los pollitos y se puso a jugar con ellos, no mató ninguno, sólo
sufrieron pequeños arañazos por el susto que se llevaron. Mi abuela fue quien
lo encontró, pensó que se los había comido. Al parecer, cogió celos de
nosotros porque veía que estábamos mas con los pollitos que con él. Después
le preguntamos “¿qué has hecho?” agachaba la cabeza y se escondía dentro de su
caseta. Sabía que había hecho una cosa mala.
Si el perro me veía marcharme con mis
padres y mi hermano en coche se ponía triste y ladraba, pensaba que no
volveríamos, si me quedaba estaba tranquilo. Siempre que regresábamos se
ponía muy contento.
A la gente del pueblo, que pasaban
por delante de la casa, les costaba creer lo que hacía el perro conmigo. Y
eso que me veía solo un mes cada verano, ellos pasaban por delante de la casa
todo los días, si intentaban entrar para hablar con mis abuelos no le
dejaban.
¡Cuántos recuerdos! ¡Y las patatas!
¡Qué patatas! Mis abuelos las plantaban y nosotros les ayudábamos a
recogerlas, muchas eran más grandes que la palma de la mano; además estaban
buenísimas.
También recogíamos huevos después de
oír a las gallinas cantar.
Aprendimos mucho.
Os aconsejo que vayáis a una granja,
sobre todo los niños si nunca habéis estado.
La peor etapa de mi vida fue después
de la adolescencia, cuando tus amigos dejan de ser amigos. Van a la
universidad o trabajan, se enamoran, se casan…
Ahí es cuando te das cuenta de que
cada día que pasa te sientes más sola.
Sólo tienes dos opciones: salir y
conocer gente nueva o quedarte encerrada en casa. Yo opté por la primera.
Mis padres me llevaron a muchos
sitios.
Empecé a conocer locutores de una
emisora de radio. Fui a las fiestas de los barrios. A conciertos. Conocí a
los cantantes. Hice nuevas amistades.
Durante estos años conocí a muchísima
gente. Mi madre y yo somos de carácter abierto. No nos importa explicar a las
personas cuando nos preguntan qué me ha pasado.
Cada vez que salíamos es como si
recargáramos las pilas de nuestras mentes.
El recibir cariño y ánimos me da
fuerza para seguir luchando.
La gente me pregunta cómo consigo
conocer a tantos cantantes. Yo le contesto que voy a las emisoras de radio, a
las firmas de disco. Mi madre y yo hablamos con un vigilante, le decimos que
si me dejan pasar para que me firme el CD y también tengo una cosa para
regalarle y que quería entregarle personalmente. El vigilante se lo comunica
a uno de la casa discográfica.
Con el paso del tiempo los de la casa
discográfica ya me conocen y cuando me ven me dejan pasar.
Algunos cantantes son más agradables
que otros.
A Sergio Dalma lo conocí después de
un concierto hace ya varios años. Ya dije en este libro que siempre que nos
vemos me trata con mucho cariño.
Conocí a Gisela de O.T. en junio del
2002 en una firma de disco, le regalé las pajaritas de papel en miniatura.
Volví a verla en septiembre del 2003 en una emisora de radio. Cuando la
saludamos mi madre le dijo que yo le regalé hace un año unas pajaritas de
papel en la firma de disco.
-¡Ah, si! lo llevo en el bolso. -dijo
Gisela.
Me alegré mucho saber que lo lleva.
En la emisora tuve más tiempo de
estar con ella, se portó muy cariñosa conmigo. Es una persona muy simpática.
También conocí en otras firmas de
disco a Manu Tenorio y Nuria Fergó, y en una emisora de radio a Rosa.
Hubo un año en que me pasaron muchas
cosas, casi de todo, buenas y no tan buenas. Fue en 1999. Fue el año en que
me pusieron la ventilación mecánica a domicilio, conocí personalmente al
señor Jordi Pujol, fui al concierto acústico de Sergio Dalma, fue la fiesta
sorpresa de mi cumpleaños… Lo que menos me esperaba fue la pérdida de un
amigo. Un amigo que me admiraba y siempre tenía un detalle conmigo. Cada vez
que nos veíamos hablábamos de muchas cosas. Recuerdo que de lo que más
hablábamos era de pintura, qué dibujo estaba haciendo y le enseñaba los
últimos que había hecho, y de nuestros cumpleaños, él los cumplía el día 2 de
junio y yo los cumplo el día 1 del mismo mes.
Tenía 30 años, un accidente en la
playa acabó con su vida; después de superar una enfermedad grave cuando era
pequeño.
Era la primera vez que me sentía muy
triste por una persona querida, pero la vida sigue y lo superé sin ningún
problema.
Gracias Javi por tu amistad y cariño,
estés donde estés siempre te recordaré.
A pesar de que me han pasado muchas
cosas, no pierdo mi sentido del humor. Ese es una de mis armas de superación.
Cuando lo paso mal, como por ejemplo, cuando a veces me da un ataque de tos
pienso: “ya se me pasará”. Hay que tomar las cosas con tranquilidad, de nada
sirve ponerse nervioso.
Hasta aquí he llegado con mis
historias. Espero que a ustedes les haya gustado este libro y les sirva de
ejemplo.
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miércoles, 22 de junio de 2011
12. Recuerdos del pasado
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