viernes, 25 de marzo de 2011

10. Coincidencia rara


        Lo que voy a contar ahora parece increíble.
        Resulta que me tocaba cambiar la sonda de la gastrostomía, llevaba ya seis meses y tenía mal aspecto. Además, tenía un granuloma traqueal (carne falsa) que me quemaron con nitrato de plata. No me lo quemaron del todo por miedo a que me afectara la mucosa. Pensaron utilizar bisturí, así que, decidieron ingresarme para después de Semana Santa y hacer las dos cosas.
        El día del ingreso, a las nueve de la mañana de repente me entró dolor en el costado del pulmón derecho, además hacía ruido, como si crujiera. Llamé a mi madre y lo escuchó. Decidimos esperar un poco a ver si se me pasaba. Si aumentaba el dolor o aparecía fiebre llamaría a la ambulancia para ir a urgencias. Al rato me quedé dormida, el dolor disminuyó un poco. Esperé a la tarde, hora del ingreso.
        Ya en el hospital las enfermeras se alegraron de verme.
        Cuando terminaron de colocar todas las cosas entré en la habitación. Conocí a mi compañera de habitación. Una señora mayor de ¡85 años! Al principio no me gustaba compartir la habitación con ella, pero después de conocerla y también a su familia no me importaba, al contrario, me sentía acompañada. Hablamos y me contaron el motivo de su ingreso: le costaba comer y beber, y había perdido muchos kilos. Decidieron hacerle una gastrostomía. La anciana tenía miedo y estaba nerviosa. Pero al ver que yo la llevo, mi madre y yo la tranquilizamos y le dijimos que eso no era complicado, y que no sentiría ningún dolor. Cuando regresó del quirófano, a mí me mandó un beso con la mano y a mi madre le pidió que le diera otro beso por haberle dado ánimo. Ahora, seguimos en contacto; su nieta Maite y yo nos comunicamos a través de los mensajes del teléfono móvil. Le pregunto cómo está, le explico  cómo estoy yo y le mando saludos.

        Por la noche me volvió el dolor, vino el médico de guardia y me escuchó con el fonendoscopio, no oyó nada extraño, los parámetros del respirador estaban bien. Me dijo que podía ser un dolor muscular. Me dijo que si no había ninguna novedad esperara a mañana. Me dieron paracetamol. A la mañana siguiente me vieron los médicos de siempre (doctor Antón y la doctora Güell). Mi madre les contó lo que me había pasado, me preguntaron si me dolía al tocar el costado y respondí que no, me escucharon con el fonendoscopio, nada. Comprobaron el respirador y estaba bien. También me dijeron que podía ser dolor muscular. Yo no estaba de acuerdo, el dolor que sentía era extraño.
        Decidieron hacerme una radiografía del tórax para salir de dudas.
        Por la tarde, antes de marchar la doctora Güell pasó a verme y me preguntó cómo estaba, le contesté que el dolor había disminuido un poco. Me contó que el doctor Antón había tenido que ir al dentista, tenía dolor de muelas. Llegó la noche, una doctora llamó a mi madre que estaba conmigo le preguntó si los médicos dijeron algo, ella contestó que no.
        Le dijo que la radiografía no salió muy clara, parecía que había un principio de pleuresía. Decidieron repetir la radiografía. Por la mañana, la puerta de la habitación estaba abierta, pasó el médico de guardia (el mismo que me atendió cuando tuve taquicardia) dijo a mi madre:
        -¿Sabes lo que tiene Ana?
        -No. -Contestó mi madre.
        Sonriendo dijo:
        -¡Un escape! ¡Y ya van dos aciertos! La próxima vez haremos lo que ella dice.
        El primero fue la taquicardia y ahora, neumotórax.

        Cuando se enteraron los médicos se quedaron sorprendidos.
        Que me pase eso por la mañana y por la tarde ya tenga cama solicitada desde hace quince días es una casualidad tremenda.
        -Has tenido mucha suerte. –me decían.
        Me explicaron con todo los detalles qué es lo que me había pasado.
        El doctor Penagos (el mismo que me hizo la traqueotomía) me recomendó reposo y un antiinflamatorio. Casi todos los días me hacían radiografías del tórax para ir controlando, por si hacía falta otro tratamiento. Pero como fue disminuyendo no hizo falta nada más.

        Y eso no es todo, me pasó otra cosa más. Después de estar una semana ingresada, me cambiaron la sonda de la gastrostomía el martes a las nueve de la mañana.
        ¡Vaya forma de cambiar!
        Para sacarla hay que dar un tirón. Pero antes se desinfla el globo (que está dentro y sirve para que la sonda no se salga).
        Cuando ya estaba preparado, el doctor Sainz me decía:
        -A la una, dos y tres y tiro. ¡Una, dos y tres! ¡Ya está!
        Me dolió un poquito al sacar y al poner la otra sonda. Pensé que después del tirón me dejaría dolorida, no fue así, no tuve ninguna molestia.
        Cuatro horas después, de repente sentí como si cayera algo desde el techo (estaba acostada) justo donde tenía la sonda. “Es imposible, aquí no hay nada que se caiga. ¿Tendrá algo que ver con el globo?” pensé. Se lo dije a mi madre, me lo miró y no vio nada raro. A la hora me volvió a mirar y comprobó que la sonda se estaba saliendo. Llamamos a la enfermera y se lo contamos, lo miró y dijo:
        -Puede que se haya roto el globo.
        Al rato pasó el doctor Antón, cuando se enteró se quedó sorprendido.
        -¡No puede ser! –dijo.
        Me la sujetaron con esparadrapo mientras no venía el doctor Sainz.
        Ahora, mi madre y yo ya sabemos que hacer si pasara en casa. Sujetarlo con esparadrapo e ir al hospital. Se lo dijimos al doctor Antón y éste dijo:
        -Vosotras siempre miráis el lado positivo.

        Cuando vino el doctor Sainz, en plan broma comentó:
        -¿Qué has hecho? De todas las sondas que hay sólo habrá una que tenga un defecto y tenía que tocarte a ti. Y eso que miré que no estuviera caducada, que no tuviera ningún poro... Ahora, ésta si que no la pago. Lo siento Ana, te la tengo que volver a cambiar.
        Yo, contaba que no volverían a cambiármela hasta dentro de seis meses, y mira por donde en un solo día me la cambiaron dos veces. Menos mal que esta vez no me dolió.
        -Toquemos madera, que no vuelva a pasar –dijo doctor Sainz.
        Tocó madera y me dio besos.
        El doctor Sainz es muy gracioso y guapo. Varias enfermeras me decían:
        -Es guapo el doctor Sainz.

         De lo de la sonda se enteraron todas las enfermeras, los médicos… Lo tomamos a cachondeo.
        Me decían:
        -¿Tú no quieres irte del hospital?
       Además me tenían preparada el alta, pero al pasarme esto último me quedé hasta el día siguiente.
                                                                                                       
        Mientras me recuperaba, desde la habitación con la puerta abierta, veía al doctor Antón andar de un lado a otro, aquello me recordó a una pelota de tenis (el despacho está a un lado y el mostrador de recepción al otro lado).
        Se lo conté a mi madre y ésta se lo dijo a una enfermera, ella nos dijo que también parece Dios, porque está en todas partes.
        -Hace cinco minutos estaba con un paciente y ahora está en otra sala. Siempre que lo buscamos no sabemos donde localizarlo. –decía la enfermera.
        El doctor Antón anda muy rápido y a veces es difícil pillarlo. Pero es una persona muy agradable, es cariñoso y atento. Habla mucho con los pacientes, trata de convencerlos de que acepten ponerse la ventilación mecánica cuando lo necesitan.
        Tanto él como la doctora Güell me tratan con mucho cariño.
        Estoy contenta de todos los médicos y enfermeras que tengo y he tenido.

        Ya en casa, por un lado me sentía contenta pero por el otro lado… A medida que fueron pasando los días me acordaba mucho de los médicos, de las enfermeras… Todos los días recibía cariño. A pesar de todo me lo pasé bien, no me aburría. En cambio, en casa cuando no hago nada me aburro un poco, entonces me pongo a escuchar música, leer, jugar al solitario (cartas) con el ordenador, hacer collares y pulseras con bolitas de colores...

3 comentarios:

  1. Menuda historia, chica!!!
    Ya tengo tu letra f, perdona que no te dijera nada... llevo un fin de semana que no he parado de trabajar, menudo ritmo!! En cuanto pueda, le echo un vistazo.
    Beso!!

    arantza

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  2. Hoy he conocido tu historia al ir al Hospital del Mar y ver tus cuadros expuestos.
    Me han atrapado al momento, me han gustado mucho, tanto que los fotografié, espero que no te importe...
    He llegado a casa y no paraba de pensar en ti y tu fuerza, de tu gran fuerza de voluntad, de tu historia.
    Encontré tu blog y con tu permiso he compartido tus obras, compartido tu historia y es que me pareces un ser extraordinario.
    Tenemos casi la misma edad, yo nací algo menos de dos meses después de ti. He repasado mi vida por un segundo y la he puesto en paralelo a la tuya. Ambas creo que somos unas luchadoras pero tu, aparte de luchadora, tienes una voluntad de hierro, y has compartido todo aquello que tan duramente has tenido que ir superando y eres todo un ejemplo de persona.

    Me ha alegrado muchísimo conocer tus cuadros, conocer parte de tí, gracias por esa generosidad tan grande de compartir tus momentos de vida tanto felices como los más duros.
    Gracias por transmitir con este corazón enorme que tienes tus vivencias. Creo que ayudan sin duda a mucha gente y a mi personalmente también lo has hecho.
    Y por ello, te quiero dar las gracias, muchas gracias Ana, gracias por existir y por ser tan valiente.
    Mi nombre es Isabel, y siento que de debo una, porque tu me has ofrecido algo con tus cuadros, con tu vida, con tu historia y tus sentimientos...
    Así que si hay algo que crees pudiera hacer por tí, te la debo :)

    Gracias Ana, gracias por ser el ser maravilloso que eres.

    Isa


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    1. Hola Isabel!
      Gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado.
      Un saludo
      Ana

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